miércoles, junio 27, 2012

“Fack... fack... fack...”

 Ayer me sorprendí, cuando intente contestar a un "qué tal"  en el contexto de a lo largo del curso, con una sola palabra que me guarde: fack, fack, fack... (perdonen que lo “castellanice”, no sea que a Google lo considere abuso de lenguaje inadecuado). Podría haber llegado a las 37 de esta genial secuencia de The Wire,  que se repite como único discurso emocional en la resolución del escenario de un crimen.
Estos tres fack podrían aplicarse a cosas de andar por casa, pero intuyo no ajeno los tiempos que corremos, esta dejación de responsabilidad y este paternalismo discriminado que se me antoja herencia inesperada del viejo caciquismo decimonónico para retener votos. 
No sabemos hasta dónde hay que acudir al rescate, quizá haya que empezar por esa abdicación de la clase política (pronunciación figurada: politikós, «ciudadano», «civil», «relativo al ordenamiento de la ciudad») para hacer política. Dejación que ni empieza ni termina en la  infame utilización interna de la crisis para alojarse y desalojarse del poder, como se puede leer  en esta columna de Krugman, “La gran abdicación”.

Como dijo  David Simón, el guionista, sobre el  propósito de la serie “The wire es una tragedia en la que los individuos no pueden transformar las instituciones a las que pertenecen. Éstas prefieren hacer una carnicería con los suyos antes que cambiar; ésa era mi crítica al capitalismo posmoderno”. Vayan los 34 facks restantes por ello, y no se sustraigan de ver la secuencia. Si desde la política se colaborara así para resolver el escenario económico, tendríamos las bases para salir de la crisis, aunque nadie puede devolver a las víctimas la vida arrebatada.




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