No es mucho el trato que tengo con los servicios internos de la administración para la gestión de los propios funcionarios, pero si he me he apercibido que como en toda la función pública la eficacia ha mejorado, aunque haya mucho camino por andar para hacer más cómodos y ágiles los trámites, especialmente la implantación de la ventanilla digital. También la actuación en mostrador (ya va siendo hora que desaparezcan) es mucho más profesional que hace unas décadas.
Sin embargo, hay excepciones. En los último meses he tenido dos actuaciones frente a los servicios de personal de educación de Vizcaya, cuyo trato sale de toda norma y me recuerdan algunas sátiras de Larra o de la La Codorniz; parecen dar la espalda a lo que son, servidores públicos, y que por ello cobran un estipendio mucho más generoso que su actitud.
En la primera pedí información sobre determinado trámite y me tocó en suerte una funcionaria que me dio primero una respuesta sin contenido, y ante mi insistencia la ajustó un poco más sin mostrar ningún interés en contestar. En la segunda, al entregar unos papeles comenzó así el discurso para rechazarlos: "Tú eres profesor, un chico listo, y por aquí pone..." Y por ahí, o al menos donde apuntaba no lo ponía, pero eso es lo de menos. Graciosilla ella, por no utilizar otro término más acorde.
Parece que no sólo estamos lejos de que se apliquen sistemas de calidad o de reclamación por mal servicio, sino que todavía hay funcionarios con formas de proceder exportables a los tópicos del pasado. Pero por favor, que nadie caiga en la tentación de premiarlos con la prejubilación.
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2 comentarios:
Larra sigue vivo en muchas ventanillas. Creo que todos topamos alguna vez con situaciones más propias del siglo XIX que del XXI. Con lo fácil que es ser amable y diligente.
Efectivamente, Lu, la amabilidad también hace más feliz al que la reparte.
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