El otro día en una cadena de TV el presentador decía de un profesor (no recuerdo detalles) que "explicaba" filosofía. Así definía, y se define con más frecuencia de la deseable, la función del profesor, ante todo, explica. Y eso es la ruina de más de uno, su afición a la explicación acaba socavando hasta el extremo cualquier otra función que no sea la examinadora. Y tiene su lógica, el profesor ha pasado un tercio de su vida escolarizado y recibiendo interminables horas de explicaciones un día tras otro. Si a esto unimos que el "explicador", si fuera profesión, sería una de las más antiguas del mundo porque la lecto-escritura era algo sólo al alcance de una élite hasta hace no tanto, el resultado es una imagen del profesor históricamente consolidada.
Digamos que es muy difícil escapar a la reproducción de roles, cualquier formación que pretenda cambiar la práctica no puede obviar esta realidad: ¿cuántas horas se dedica a trabajar y cuántas a escuchar por término medio a lo largo de la escolaridad dentro del aula? Una segunda pregunta debería dirigirse a la incidencia que tiene en la actitud del alumnado la acumulación de horas de oyente.
Freinet decía que lo natural era el trabajo, también es el eje de la entrevista de Punset a Roger Schank, y curiosamente el post más buscado de este blog es Edgar Dale y el cono de aprendizaje, pone el acento en la incidencia del tipo de actividad en el aprendizaje. Existe el consenso de que el alumno aprende trabajando (la relación con el término "estudiar", habría que precisarla, lo dejamos para otra ocasión).
Pensado en esta entrada me ha venido a la memoria un profesor que tuve de matemáticas en tercero de bachillerato, paseaba por la clase mientras hablaba o dictaba sus apuntes, con la cabeza baja, concentrado, como si no existiéramos, y eso es lo que más nos divertía: la facilidad con que nos ignoraba.
Suscríbete
No hay comentarios:
Publicar un comentario