Este "curioso" anuncio de publicidad contextual me sale insistentemente en la página de una red social, y me devuelve a tiempos ya lejanos cuando un alcalde dio luz verde a un estudio médico que identificaba determinadas características físicas de los escolares, algunas tan relevantes como la forma de las uñas. Nunca he entendido el interés de buscar diferencias con el fin de inventarse una raza ni acentuar una pureza identitaria. Y ahora parece que hay alguna empresa dispuesta (ni siquiera he pulsado para saber quien) a sacarle dinero a los incautos, suponemos que para que oigan lo quieren oír, que supuestos genes le dan un plus de ciudadanía, porque científicamente no hay nada de nada, aunque algún politico hace quince años intentó aleccionar al personal con el tema.
Todos los tópicos se rompen a la luz de la historia, ni lo que es ahora la geografía vasca estuvo tan aislada ni tan poco romanizada, ni los movimientos de población desde la prehistoria hasta hoy permitieron que se convirtiera en una jaula. No me preocupa, más bien me alegra, saber que somos mestizos hasta la médula, que un crisol de migraciones externas e internas sigue atravesando la geografía peninsular.
La educación tendría en este tipo de cuestiones una función deconstructora, pero es complejo porque no es inmune a la contaminación ideológica cuando están detrás poderosos lobbys ideológicos.
Hay mitos (y tradiciones) que deberían quemarse antes que propagarse. La inteligencia es relativa, la estupidez, no.
("La inteligencia es relativa", es el subtitulo de la película "Quemar después de leer")
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