1898 no solo se liquidó lo que quedaba de las colonias españolas del "nuevo mundo", también es la referencia de una generación que hizo del pesimismo un impulso cultural, su particular aportación a la regeneración política y social que necesitaba la España de final del XIX.
Hoy preferimos términos como cambio o renovación, quizá porque utiliza como eufemismo: cambiar algo para que nada sustancialmente cambie. Qué más podemos esperar de un país que según la publicidad está lleno de estreñidos (ya se sabe el mal humor que ello genera), o con problemas para sujetar la dentadura (así se gruñe más que se conversa), encima sospechosamente incapaz de saber convivir hombres y mujeres. Pobre imagen podemos darnos y dar al mundo con tales autoregalos.
Paseando por Pamplona descubrí que este bar, les aseguro que sus tapas (basadas en la cocina que ya existía en el ilustre año de su fundación), insuflan optimismo. Me hicieron sentir que aún hay esperanza de recuperar la pasión por regenerarse, por superar al depresión y devolvernos un rostro tolerante y amable, alejado de esta zafia y obcecada crispación.
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