sábado, febrero 24, 2007

Teocracia y regulación de la vida privada de los profesores de religión

La definición del estado como aconfesional para mí es sinónimo de laico; si hay algún matiz que diferencia ambos términos no me preocupa, porque sustancialmente la definición no obliga a sostener clases de religión Católica (no confundir con cultura religiosa) en la escuela, parece que es una concesión derivada de un acuerdo entre las partes.

Cuando se despide a un profesor con carácter de funcionario público y la justicia lo avala, por no acomodar su situación de pareja a las normas canónicas, consustanciales a la enseñanza religiosa, estamos hablando de prevalencia del derecho canónico sobre el civil y del reconocimiento adoctrinador de esta disciplina.

No me preocupó el tema de las clases de religión en centros públicos, de hecho uno de mi hijos ha optado por asistir y lo he apoyado en su decisión, aunque creo que la Iglesia tiene recursos propios para impartirlas en sus instalaciones. Pero viendo ahora, como se conculcan los derechos del profesorado público, según normas ajenas al código civil, laboral y administrativo, pienso que algo importante no funciona: o se revisa el a carácter de ese acuerdo o se suspende, para que la sociedad civil prevalezca sobre una organización religiosa tan compleja, que tiene su máxima autoridad en un estado propio teocrático.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices. Ahora bien, ¿no se están conculcando también los derechos civiles cuando se accede a un puesto de trabajo por el dedo del obispo de turno? ¿En este caso no se quejan? Es verdad, que es injusto que la forma de vida de una persona -siendo que no es constitutiva de delito- sea la razón por la que se le echa del trabajo público. ¿Pero, del mismo modo, no es injusto que la forma de vida sirva para que te den un trabajo público?
Estoy en contra de que cuestiones de la vida privada (ética de máximos) afecten a la vida pública (ética de mínimos). Creo que las creencias no pueden servir ni para ganar ni para perder un puesto de trabajo en la administración pública. ¿Cómo solucionamos esto? Poniendo a la religión, y todo lo que de ella se deriva, en el sitio que le corresponde, en la esfera de lo privado, de la que por tanto el Estado no debe acerse cargo ni para lo bueno ni para lo malo.
Un saludo, Montse

Miguel L. Vidal dijo...

Estoy de acuerdo. Es posible que la pluralidad religiosa en aumento impulse al estado a una reforma en ese sentido.