martes, abril 12, 2011

Viejas prácticas que se reciclan en la formación del profesorado.

En el campo de la formación permanente del profesorado siguen predominando prácticas  transmisivas, que en muchos casos no han hecho más que actualizarse, alejándose más si cabe de los planteamientos  constructivos. Podríamos considerarlo como una espejo del modelo tradicional de enseñanza, cuestionado en el aula, pero no tanto en el ámbito de la formación continua, donde sobrevive cómodamente colmado de parabienes.
La diversificación del modelo ha servido para maquillarlo y lucir viejos oropeles  con algún novedoso adornos. Los cursos se visten de seminarios, planes, masters, jornadas o se incrustan en ellas en formatos reducidos maquillados tecnológicamente para que no parezcan lo que son. Todos conocemos cursos que se organizan como una sucesión de ponencias, jornadas con minicursos incrustados, o seminarios tan planificados que nada queda abierto al intercambio. Dentro del campo de la formación todo cabe, pero cada cosa vale para lo que vale, a los cursos les corresponde el aspecto más formal y sistemático.
Destacaría algunos aspectos a tener  en cuenta en el diseño:
- Lo primero  sería controlar los  procesos transmisivos, orales y escritos,  indispensables para los congresos, pero letales en los cursos. Suelen convertir las actividades en simulaciones destinadas a ilustrar como se hace algo y evitar tener que hacerlo, con el consiguiente ahorro (en realidad perdida) de tiempo y esfuerzo. Si la finalidad es aprender una nueva práctica, el  objetivo competencial sólo se consigue con la realización.
- No separar los conceptos y  las destrezas de las actitudes o hábitos necesarios para lograr una competencia, dándolos por supuestos o inherentes a la condición del profesorado.
- La banalización:  todo vale para todo, se prescinde de la idoneidad, se minimizan estandares y las convenciones de uso, se facilitan respuestas sencillas con soluciones de “amplio espectro”. Se rechaza la reflexión como guía de la práctica.
- El tecnocentrismo: sobre todo en la formación  TIC, suele sobrevalorarse los aspectos tecnológico. Se confunde tecnología con  proceso y producto, así se explica que se oferten formaciones de dos horas para construir un blog, una wiki e incluso " red social", y cada participante salga con ese espejismo.
- La carencia de contexto, lo que en realidad se aprende se logra en contexto, es una simpleza pensar que la contextualización llegará por sí misma.
- La falta de compromiso con el proceso: prescindir de la evaluación del proceso y los participantes, y no digamos de la autoevaluación, la principal herramienta de mejora que se arrincona porque incomoda.
- El proceso se reduce a términos como “poquito a poco”. No se buscan resultados sólo toma de contacto,  sobra todo lo que no sea preguntar al participante por la satisfacción momentánea o la empatía.
- El mercantilismo: la formación forma parte de un proceso de marketing que ve en el participante un cliente final. Aunque se concreta en el diseño suele ser más notoria en la devoluciones, anulando las aristas que hayan podido surgir durante el discurso, posponiendo o derivando la responsabilidad del cambio a otros agentes.  Aspecto muy notorio en eventos, pero también en cursos que surgen de la necesidad de ejecutar un presupuesto o de reforzar una imagen corporativa.


En definitiva, cuando aprendemos somos alumnos, no profesores, y aprendemos como aprenden los nuestros. El bagaje profesional puede no ser ventaja por sí mismo, como la experiencia, que puede ayudar al cambio, pero también reforzar la inercias  continuistas.


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